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María del Mar Rodríguez sube a bordo de Stultifera Navis, en este momento, casi para unirse a la flotilla de embarcaciones con destino a la Franja de Gaza. (No hace falta decirlo: ya estábamos en esas aguas). Autora de “La prestamista”, novela histórica mencionada en textos anteriores, ha publicado su segundo libro, “La tuerta”, que pronto se representará también en forma teatral. A pesar de estar inmersa en varios proyectos, incluyendo la escritura de la tercera novela que completará la trilogía, ha querido hacerse eco y dar énfasis a nuestras preguntas, repasando temas que le son familiares. Porque solo la compartición de la cultura en su completa humanidad es la base de la convivencia civil.



Escribir una novela o una serie de cuentos a menudo lleva al aislamiento durante largos períodos. ¿Qué te impulsó a seguir este camino?

Comenzar a escribir a una edad avanzada, 55 años, fue un acto consciente de preparación para la jubilación. Necesitaba sustituir mi pasión—enseñar— por otra que

se le pareciera, como escribir, pues ambas están vinculadas a la palabra y la creación. Escribir ocupa el tiempo de mi vida que yo estimo necesario —hay épocas de retirada

muy intensa y otras de activa vida social por la promoción de la obra— y me corresponde equilibrar ambos aspectos de una manera que sea cómoda y nutritiva para mí. A veces

lo consigo. Escribir se ha convertido en un acto apasionante que, en estos momentos, me permite dialogar con el mundo; la creación literaria pone a mi alcance una herramienta expresiva de alto valor y me conecta con la realidad, con el pensamiento de otras personas, con la historia en mayúscula y en minúscula, y con las inquietudes que palpitan en el corazón de algunas personas que me cuentan sus emociones, recuerdos, vivencias y pasiones.

¿Hubo algún libro y/o algo que te diera un impulso decisivo o un giro a tu vida? 

Los libros, en plural, dieron un giro a la vida de una niña de pueblo, nacida durante el franquismo en un lugar aislado y pobre. Los libros fueron ventanas que se abrían ante

mí y me brindaron oportunidades de aprendizaje. Mi padre me lo explicó un día mientras paseábamos juntos por la ciudad de La Laguna, cuando hice un alto para entrar

en una librería a comprar un libro. Al salir con mi tesoro debajo del brazo, me dijo que tenía razones de peso para estar agradecida a los libros porque me habían proporcionado todo cuanto era en ese momento. Él se refería a los libros de tipo académico, pero yo añado al resto de la literatura, que ha contribuido —junto a otros elementos— a construir la mirada con la que percibo el mundo. Pero, si hablamos un libro que me haya cambiado por dentro, ese ha sido, sin duda, un ensayo: La Creación del Patriarcado, de Gerda Lerner. Disparó la comprensión y ha sido ese un proceso irreversible. Nada fue igual después de leer ese ensayo.

En los siglos pasados, especialmente después de la invención de la imprenta, la escritura y la lectura tuvieron una función reformadora y, me atrevería a decir, revolucionaria. ¿Siguen teniendo la escritura y la lectura la misma funciónreformadora en la sociedad actual, también definida como sociedad del espectáculo y del cientificismo?

La lectura y la escritura —especialmente en los momentos en los que se generalizan y universalizan a través de las escuelas públicas— son herramientas que han favorecido el avance y la democratización de las sociedades. De forma general, sabemos más, conocemos más, interpretamos mejor, razonamos mejor. Creo que, si comparamos a grupos que compartan las mismas características demográficas, pero que pertenezcan a épocas diferentes, en este momento el acceso a la información y las herramientas para tratar dicha información (comprensión, análisis crítico, abstracción, deducción, inducción…) son mayores. Pero la época actual presenta retos y peculiaridades. Una de sus  características es la fuerza que tiene la imagen frente al texto escrito; la importancia de lo inmediato; la rapidez con la que se pasa de unos contenidos a otros; y la diversidad de soportes…, pero quiero pensar que leer y escribir siguen siendo herramientas liberadoras dentro, incluso, de la sociedad del espectáculo y del cientificismo. Veo a mucha gente interesada por la lectura en las ferias del libro que visito —se han convertido en eventos multitudinarios— y los clubes de lectura son espacios de encuentro y debate en los que sus participantes —mayoritariamente mujeres— aplican las herramientas cognitivas que son necesarias para repensar la realidad. Me producen mucha esperanza estos lugares de reunión, con los libros en el centro y como motor principal.

Mark Twain decía: “Te doy 100 dólares y me hago más pobre en 100 dólares. Si comparto una idea, ambos nos hacemos más ricos”. Sin embargo, copiar la creación artística y literaria de otros entra en conflicto con los derechos de los autores (en nombre no solo del dios-dinero). Parece que internet está haciendo estragos en los sagrados derechos del autor. ¿Cuánto influye en tu trabajo el narcisismo de ver tu nombre en la portada de un libro, y/o el deseo de comunicar ideas, de contagiar a otros con tu pensamiento, incluso a costa de ver tus ideas robadas o distorsionadas?

Cuando yo terminé mi primer libro, no tenía claro qué hacer con ese producto. El mundo editorial me resultaba desconocido y tampoco sabía si lo que yo había escrito podría suscitar el interés de otras personas o no. Y fue esta última cuestión lo que me impulsó a buscar una editorial que quisiera publicar mi novela. Más que ver mi nombre en la portada —es una idea atrayente, pero en aquellos momentos el miedo a no gustar pesaba más—, me movió el deseo de conectar con lectores que eligieran mis novelas.Ese impulso —ser escuchada— tiene un origen narcisista, pero también permite el cierre de un proceso que, de otra manera, quedaría abierto. Escribir para que te lean, y que, en base a lo escrito, puedan reflexionar o discrepar; compartir y aunar; explicar o entender. Si alguien se nutre de lo que uno escribe, será porque le gusta, porque lo considera bueno, porque conecta con lo leído. Más allá de esto, la copia o el plagio tienen otro recorrido relacionado con apropiarse de algo ajeno.  Todo lo publicado expone a quien lo hace, pero se asume —entiendo— ese nivel de riesgo y exposición.

El panorama tecnológico se orienta hacia el control y el dominio del ser humano. Se vislumbra la pérdida de puestos de trabajo, la posesión de nuestros datos biométricos, el peligro para el libre albedrío y la autonomía, la invasión total de la IA en cada fase de nuestra existencia. ¿Vislumbras vías de escape fuera de este panorama distópico?

Vislumbro una realidad diferente a la que he conocido; y vislumbro una mente, la mía, que tendrá muchas dificultades para entender los códigos nuevos porque —es una cuestión de edad— esta revolución ya no me pertenece. En este contexto, me planteo qué podemos hacer las personas que ya hemos recorrido la mayor parte del camino para no entrar en planteamientos derrotistas ni favorecer una fisura generacional —a veces creo que es inevitable esta fisura, pero tendríamos que minimizarla— que nos lleva a pensar que antes el mundo era mejor. Porque en algunos aspectos sí era mejor, pero en otros, no

Y se me ocurren dos cosas:

- Contar lo que ha aprendido nuestra generación de la mejor manera posible —la realidad no empieza a construirse con cada impulso juvenil que defina parámetros nuevos— para que los que nos siguen no partan de la casilla de salida. La conquista de los derechos humanos; la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres; la construcción de sociedades democráticas… son logros en los que hemos participado.

- Escuchar lo que las nuevas generaciones buscan, hacen o construyen y depositar nuestra esperanza en ellos y en sus estrategias. Hay cuestiones que hemos olvidado o desdeñado y problemas que hemos creado —el deterioro medioambiental; las desigualdades económicas… — y nos toca confiar en la fortaleza de quienes cogen el testigo. Hay otras cuestiones que nos son desconocidas o resultan extrañas —la IA, por ejemplo— y se vuelve a hacer necesario confiar en las personas jóvenes y en el buen usoque le darán a estas tecnologías, o en su capacidad para superar la multitud de retos y problemas con los que se van a encontrar. La vía de escape de la humanidad ante los problemas que ocasiona la humanidad siempre está en manos de la propia humanidad. Creo que hay que tener confianza en que seremos muchos —jóvenes y viejos— los que apostemos por cuidar de este planeta y de esta sociedad de la mejor manera posible.


Pubblicato il 23 settembre 2025

MARÍA DEL MAR RODRÍGUEZ PÉREZ

MARÍA DEL MAR RODRÍGUEZ PÉREZ / Actualmente está jubilada y la escritura, así como la promoción de sus novelas, ocupan parte de su tiempo.

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